La
sociedad filarmónica de Monforte nos ofreció esta semana en la Casa da
Cultura el segundo concierto de la temporada a cargo de la Orquesta de
Cámara Checoslovaca de Praga, con obras de Mozart, K. Stamiz y
Chaikovski.
La primera parte arranca con el Concierto para violín y orquesta
, K.211, de Mozart, el segundo de los cinco compuestos para este
instrumento solista, concebido para dos violines, viola, dos flautas,
dos trompas y bajo, además del protagonista, mientras que la orquesta de
Praga está integrada por ocho violines, dos violas, tres violonchelos y
contrabajo.
El Allegro moderato comienza con una
introducción orquestal seguida de la intervención del solista; la
alternancia de parajes difíciles y metódicos le da un carácter de
virtuosismo no exento de emoción hasta la primera cadencia que precede
al tutti final. El Andante es la expresión
de la elegancia francesa, un canto continuo del solista sobre el
acompañamiento del resto de la cuerda con un corto desarrollo seguido de
una cadenza a pracere que enlaza con la recapitulación. El tercer tiempo es un Raudo allegro en el que el solista expone el tema sin introducción de la orquesta para luego alternar ésta y aquél en el desarrollo.
La interpretación, ajustada y brillante, con la
salvedad de la ausencia de las flautas y las trompas que le dan un
colorido distinto.
La primera parte termina con la Sinfonía concertante para violín y viola
, de Karel Stamiz, uno de los últimos representantes de la escuela de
Mannheim. No responde a la forma de sinfonía que estaba consolidando J.
Haydn, ya que Stamiz la limita a tres movimientos.
El primero, Allegro molto , comienza por
una larga introdución orquestal para dar paso al diálogo de los
solistas con el acompañamiento de la cuerda y respuestas de la orquesta
en ritornello. El Romance es la parte más melódica; después de un breve tutti , el violín expone el tema y le sigue la viola, ambos sobre el acompañamiento del conjunto. El tercer movimiento es un Rondó al estilo clásico, en el que los temas son expuestos por ambos solistas. La interpretación fue correcta.
Segunda parte
La segunda parte está integrada por la Serenata para cuerda en do mayor
, op. 48 de Chaikovski. El propio autor la consideraba una obra
sinfónica más que de cámara, tal como se desprende de esta frase suya:
«Cuanto más numerosos son los efectivos de la orquesta de cuerda, mejor
se corresponderán con los deseos del autor». Puede considerarse como un
homenaje de un romántico a la música del siglo XIX vienés y a las
sinfonías italianas de la escuela veneciana.
Consta de cuatro movimientos. El primero, Pezzo in forma di sonatina
, comienza a la manera de las oberturas francesas, y la parte central
tiene tres temas, el último de una frescura y una transparencia que
recuerda a Mozart. El Vals del segundo tiempo es una de las melodías más célebres del autor, por su perfecta escritura, originalidad y refinamiento.
La Elegía es el movimiento que marca la
diferencia dentro de la obra; comienza con una meditación casi
religiosa, que se convierte en pura efusión lírica en los últimos
compases. El Final. Tema ruso está basado en dos motivos
de Balakirev, el primero sincopado y el segundo alegre como una fiesta
campestre. La interpretación fue satisfactoria. Ajustada al espíritu de
la obra y a las condiciones del local.
Em respuesta a los aplausos se ofreció el Presto de una sinfónica del checo Antolín Fils, uno de los fundadores de la escuela de Mannheim, que nos volvió a recordara Mozart.
Un concierto memorable, uno de los buenos escuchados en los últimos años en Monforte. Lástima que no lo escuchase más gente.